El Grito Infinito

llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones

"Dialéctica del cenit y el ocaso", por Miguel Amorós

Publicado por Álvaro en , , el 26.12.11




Miguel Amorós, el (en ciertos círculos) reputado antidesarrollista y situacionista, ha escrito un texto que resume estupendamente la visión del futuro que tiene el autor de este blog.
  El capitalismo ha alcanzado su cenit, ha traspasado el umbral a partir del cual las medidas para preservarlo aceleran su autodestrucción. Ya no puede presentarse como la única alternativa al caos; es el caos y lo será cada vez más. Durante los años sesenta y setenta del pasado siglo, un puñado de economistas disconformes y pioneros de la ecología social constataron la imposibilidad del crecimiento infinito con los recursos finitos del planeta, especialmente los energéticos, es decir, señalaron los límites externos del capitalismo. La ciencia y la tecnología podrían ampliar esos límites, pero no suprimirlos, originando de paso nuevos problemas a un ritmo mucho mayor que aquél al que habían arreglado los viejos. Tal constatación negaba el elemento clave de la política estatal de posguerra, el desarrollismo, la idea de que el desarrollo económico bastaba para resolver la cuestión social, pero también negaba el eje sobre el que pivotaba el socialismo, la creencia en un futuro justo e igualitario gracias al desarrollo indefinido de las fuerzas productivas dirigidas por los representantes del proletariado. Además, el desarrollismo tenía contrapartidas indeseables: la destrucción de los hábitat naturales y los suelos, la artificialización del territorio, la contaminación, el calentamiento global, el agujero de la capa de ozono, el agotamiento de los acuíferos, el deterioro de la vida en medio urbano y la anomia social. El crecimiento de las fuerzas productivas ponía de relieve su carácter destructivo cada vez más preponderante. La fe en el progreso hacía aguas; el desarrollo material esterilizaba el terreno de la libertad y amenazaba la supervivencia. La revelación de que una sociedad libre no vendría jamás de la mano de una clase directora, que mediante un uso racional del saber científico y técnico multiplicase la producción e inaugurara una época de abundancia donde todos quedaran ahítos, no era más que una consecuencia de la crítica de la función socialmente regresiva de la ciencia y la tecnología, o sea, del cuestionamiento de la idea de progreso. Pero el progresismo no era solamente un dogma burgués, era la característica principal de la doctrina proletaria. La crítica del progreso implicaba pues el final no sólo de la ideología burguesa sino de la obrerista. La solución a las desigualdades e injusticias no radicaba precisamente en un progresismo de nuevo cuño, en otra idea del progreso depurada de contradicciones. Como dijo Jaime Semprun, cuando el barco se hunde, lo importante no es disponer de una teoría correcta de la navegación, sino saber cómo fabricar con rapidez una balsa de troncos. Aprender a cultivar un huerto como recomendó Voltaire, a fabricar pan o a construir un molino como desean los neorrurales podría ser más importante que conocer la obra de Marx, la de Bakunin o la de la Internacional Situacionista. Eso significa que los problemas provocados por el desarrollismo no pueden acomodarse en el ámbito del saber especulativo y de la ideología porque son menos teóricos que prácticos, y, por consiguiente, la crítica tiene que encaminarse hacia la praxis. En ese estado de urgencia, el cómo vivir en un régimen no capitalista deja de ser una cuestión para la utopía para devenir el más realista de los planteamientos. Si la libertad depende de la desaparición de las burocracias y del Estado, del desmantelamiento de la producción industrial, de la abolición del trabajo asalariado, de la reapropiación de los conocimientos antiguos y del retorno a la agricultura tradicional, o sea, de un proceso radical de descentralización, desindustrialización y desurbanización debutando con la reapropiación del territorio, el sujeto capaz de llevar adelante esa inmensa tarea no puede ser aquél cuyos intereses permanecían asociados al crecimiento, a la acumulación incesante de capital, a la extensión de la jerarquía, a la expansión de la industria y a la urbanización generalizada. Un ser colectivo a la altura de esa misión no podría formarse en la disputa de una parte de las plusvalías del sistema sino a partir de la deserción misma, encontrando en la lucha por separarse la fuerza necesaria para constituirse.

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El Pacto del Euro y más allá: entender la economía como crimen organizado

Publicado por Álvaro en , , , , el 10.6.11





EL PACTO DEL EURO Y MÁS ALLÁ: Entender la economía como crimen organizado



La opinión de la Anarchist Federation sobre Gandhi

Publicado por Álvaro en el 28.5.11




Os traduzco el siguiente texto de la Anarchist Federation, en primicia. No doy mi opinión sobre el mismo, simplemente lo traduzco.
  Los pacifistas citan a menudo a Mahatma Gandhi como un brillante ejemplo de cómo la desobediencia civil no violenta funciona. Desafortunadamente, estas alabanzas obvian un estudio en detalle del rol jugado por Gandhi en la lucha de la India por la "independencia", y tan importante como esto, quiénes fueron sus aliados de clase en dicha lucha.

Para 1919, la clase capitalista india había decidido que deseaba la independencia de sus gobernadores británicos. Sin embargo, como puede imaginarse, los británicos se mostraban reticentes a aceptarlo y una campaña de propaganda por la retirada no tuvo efecto. Los trabajadores y campesinos indios también se resentían del yugo de la dominación británica. En respuesta a una concentración masiva en Armitsar en el Panyab, el general Dyer ordenó ametrallar a la multitud, resultando muertas más de trescientas personas y muchos miles de heridos.

La clase capitalista india llegó a la conclusión de que tras el fracaso de la campaña de propaganda se necesitaba una acción masiva para lograr la independencia. Sin embargo, les perseguía el espectro de la revolución rusa, que había progresado desde demandas democráticas hasta la revolución social declarada. Recibieron la respuesta a sus plegarias en Gandhi, el cual había liderado ya varias campañas de desobediencia civil en Sudáfrica contra sus leyes racistas. Por lo tanto poseía una cierta credibilidad y no estaba lastrado por ninguna identificación con una región particular del subcontinente.

Sus teorías sobre la desobediencia civil estaban enraizadas en la teología hindú. Predicaba la unidad entre las clases de la India, siendo los ricos los "fiduciarios" de los pobres. Este mensaje de unidad entre clases era vital para crear una alianza entre los empresarios industriales y los campesinos ricos. Los capitalistas indios dieron una bienvenida entusiasta a estas ideas, y fue financiado por algunos de los líderes industriales del oeste de la India, los Sarabhai (magnates textiles del Guyarat) y los Birla (el segundo mayor grupo industrial de la India). Se le donaron millones de rupias a lo largo de un período de veinticinco años. Los campesinos ricos y los tenderos le proveyeron también de una fuente de activistas para su Partido del Congreso. Debido a la simplicidad de su estilo de vida, Gandhi pudo movilizar tras él a campesinos y trabajadores por la causa del nacionalismo, allí donde los políticos indios lo hubieran tenido muy difícil con sus altos sombreros y sus trajes de gala. Facilitó una alianza cruzada por el nacionalismo.

Gandhi había defendido sus doctrinas sobre la no-violencia desde el principio. Esto no le impidió apoyar a los británicos en las Guerras de los Bóers de 1899, ofreciéndose voluntario para ayudarles y organizando cuerpos de ambulancias. Como él dijo, "mientras los sujetos rindan lealtad a un estado, generalmente es su claro deber adaptarse y dar su apoyo a los actos del estado". Mientras Gandhi se encontraba organizando una marcha masiva en Sudáfrica en 1913, para obtener derechos para los indios de allí, los trabajadores blancos del ferrocarril se pusieron en huelga para pedir mejoras en su sueldo y condiciones de trabajo. Gandhi canceló inmediatamente su marcha, argumentando que los activistas civiles no deberían aprovecharse de las dificultades de un gobierno. Durante el estallido de la I Guerra Mundial, Gandhi se dedicó activamente al reclutamiento de hombres para los británicos, a pesar de su "pacifismo". Durante el estallido de la II Guerra Mundial, prometió públicamente no avergonzar a los británicos y prestar apoyo moral a los Aliados.

Cada una de las masivas campañas de desobediencia civil de Gandhi (1920-1922, 1930-1933,1942) tuvieron lugar cuando el capitalismo británico se hallaba en problemas. Cada crisis rompió un poco más los lazos con el Reino Unido. Así mismo, reforzaron a los capitalistas indios. De acuerdo, se podría argumentar, era una buena táctica atacar al imperialismo británico cuando estaba en dificultades. Lo que Gandhi no hizo fue unir la segunda campaña con el alzamiento masivo de la clase trabajadora, en conjunción con una campaña masiva contra la Comisión Parlamentaria Británica que estaba recorriendo la India (ambos en 1928). En vez de eso, esperó hasta 1930 para lanzar la campaña. Rechazaba la idea de combinar las luchas de los trabajadores con una campaña por la retirada británica debido a que era un defensor de la paz entre las diferentes clases de la India.

Gandhi no cuestionó tampoco en ningún momento el concepto de "legalidad". Dijo a sus seguidores que obedecieran la ley y siempre insistió en que los británicos tenían "derecho legal" de arrestarlos. Una vez arrestados, se le dijo a los manifestantes que se aislaran del exterior y aguardasen pasivamente su puesta en libertad.

Cuando unos marineros indios se amotinaron en Bombay en abril de 1946 y los soldados indios rehusaron dispararles, el Partido del Congreso de Gandhi rehusó apoyarles, lo cual acabó efectivamente con el motín. Los trabajadores mostraron su apoyo con huelgas masivas, y el pensar en la acción combinada de trabajadores y soldados rasos debió ser problemático para Gandhi.

El uso de la religión hindú por parte de Gandhi como justificación para la desobediencia civil fue desastroso. No sólo distanció a los miembros de otras religiones de la India, principalmente los musulmanes, sino que también legitimó el sistema de castas. Gandhi se opuso a que una casta oprimiera a la otra, pero nunca se expresó a favor de la abolición del sistema de castas en sí. Muchos "intocables" fueron así alejados. Las masacres que tuvieron lugar tras la independencia fueron, al menos en parte, debidas a la reticencia de Gandhi a incluir a los musulmanes en su Partido del Congreso.

Aunque Gandhi reconoció haber leído a ciertos pensadores libertarios, especialmente Kropotkin, tenía muy poco en común con sus ideas. Mientras Kropotkin estaba comprometido con el fin de la sociedad de clases, Gandhi nunca repudió el sistema de clases o castas, y nunca intentó llegar a las masas obreras de la India o del exterior. En ese sentido, su puritanismo, su disgusto por la sexualidad, su culto al martirio... tenían muy poco que ver con el anarquismo militante.

El pacifista coherente

Publicado por Álvaro en el 28.5.11




Lo primero que toda persona debe plantearse al adoptar una postura en la vida es: ¿qué pasaría si todo el mundo se comportase exactamente igual que yo? O como Gandhi dijo:
  Sé el cambio que deseas ver en el mundo.

También uno debe preguntarse: ¿qué pasaría si tuviese que llevar mi postura hasta sus últimas consecuencias? ¿Qué pasaría, pues, si todo el mundo me respaldase y al mismo tiempo no diera mi brazo a torcer en nada? Estas dos preguntas son básicas a la hora de construir tu propio discurso moral y tu propia manera de ver el mundo; yo, personalmente, me lo pregunto todos los días, y varío mis acciones o pensamientos en base a ello. Gandhi (el cual creo que no necesita presentación) tenía muy clara su postura pacifista y la llevó a sus últimas consecuencias sin ningún tipo de reparo. En 1940, cuando la invasión de las islas británicas por parte de la Alemania nazi parecía inminente, ofreció el siguiente consejo a los británicos:
  Me gustaría que dejárais las armas que tenéis pues han probado ser inútiles para salvaros a vosotros mismos o a la humanidad. Invitaréis a Herr Hitler y al Signor Mussolini a tomar lo que quieran de los países que afirmáis que son vuestros... Si estos caballeros eligen ocupar vuestros hogares, los desalojaréis. Si no os dejan abandonar el país, dejaréis vosotros mismos, hombres, mujeres y niños, que os masacren, pero os resistiréis a ofrecerles vuestra lealtad.

En una entrevista de posguerra de 1946, Gandhi ofreció una visión incluso más extrema:
  Hitler mató a cinco millones de judíos. Es el mayor crimen de nuestra época. Pero los judíos deberían haberse ofrecido ellos mismos al cuchillo del carnicero. Deberían haberse lanzado ellos mismos al mar desde acantilados... Eso habría agitado al mundo y al pueblo alemán... En cualquier caso sucumbieron por millones.


Las conclusiones las dejo al lector.

El consenso de mínimos

Publicado por Álvaro en el 24.5.11




Sabía que el movimiento DRY/acampadas era reformista, pero lo de ayer me dejó toda la noche rezando a san Durruti.

Os contaré algo que pasó anoche. Un chaval subió al estrado a opinar en la asamblea informativa que no le parecía bien la actuación de la comisión de acción la noche de las elecciones; ésta había decidido esa misma noche ir a donde se reunían el PP y el PSOE para celebrar el resultado de la fiesta del Sistema, a fin de pitarles y calentarles un poco. Este chaval se quejaba de que la acción podía ser vista como una falta de respeto a los que han votado a esos partidos, que con acciones como ésa la ciudadanía no se va a poner de parte de las acampadas, y que la acción no había sido aprobada en la asamblea informativa. Algunos le aplaudieron y otros le pitaron. Más tarde encontramos al chaval discutiendo con algunas y algunos de la comisión de acción; los de la comisión le achacaban la poca precaución que había tenido de desinformar a la asamblea sin consultarles primero lo que había pasado realmente. También argumentaban que no podían haber avisado en la asamblea informativa de lo que iban a hacer porque entonces el despliegue de antidisturbios hubiera hecho imposible la acción. Una amiga salió en defensa del chaval apasionadamente, afirmando que las acampadas son pacíficas y que todo debe votarse en la asamblea general. Insistió en que ella había estado allí desde el primer día e insinuó que ese tipo de acciones desprestigian el movimiento. Uno de los de la comisión de acción, que debe ser un militante del anarquismo murciano porque le he visto varias veces liderando manifestaciones, le contestó lo siguiente: que no se puede ir al ritmo que marcan los medios, que el riesgo de criminalización siempre está ahí, que no se puede hacer una revolución lanzando flores sino que hay que perder la comodidad y la seguridad, que en las comisarías españolas se maltrata a los anti-sistema, que está todo muy bien montado como para cambiarlo tan fácilmente, que cuando acabara esto del 15-M ella dejaría de luchar pero él seguiría en la brecha.

Sirva esto como ejemplo de las tensiones que se están produciendo entre reformistas y revolucionarios, entre pro-sistema y anti-sistema, entre pacifistas radicales y agitadores, y de cómo están confluyendo todos los puntos de vista en las acampadas. En cualquier caso, hoy quería hablaros de lo que me dejó temblando anoche: el consenso de mínimos.

El consenso de mínimos es la nueva corriente que está surgiendo por las acampadas. Lo que sostienen sus defensores es que el espíritu del 15-M se ha perdido, que las acampadas se están dispersando en temas que no interesan a la mayoría de la población, y que hay que volver a estos tres puntos esenciales:
  • Modificación de la ley electoral.
  • Separación del poder político y judicial.
  • Fin de la corrupción política.
El objetivo es conseguir un 100% de consenso de la población española sobre estos tres temas, conseguir que se aprueben, y una vez conseguidos y disponiendo de una "democracia real", podremos reivindicar otros temas de manera más fácil.

Si esto triunfa será el fin no sólo del movimiento de protesta del 15-M, sino de cualquier posibilidad de revolución real en los próximos años o incluso décadas. Será mucho peor el remedio que la enfermedad.

En primer lugar, el razonamiento detrás de estas tres reivindicaciones es furiosamente pro-sistema: no vivimos en una democracia porque el voto de todos no cuenta lo mismo o porque algunos jueces son nombrados por políticos; una vez solucionado eso, entonces disfrutaremos de una verdadera democracia y podremos presentar nuestras reivindicaciones ante los políticos que, ahora sí, nos representarán con total legitimidad. Vislumbro un futuro en el que las movilizaciones sociales pueden perder fuerza, especialmente las anti-sistema, debido a que ya no habrá razón para actuar al margen de la política porque ésta será perfectamente representativa. Si este discurso cala entre la población, una vez más el poder constituido habrá conseguido asimilar una protesta para salir reforzado.

En segundo lugar, no existe consenso posible entre el lobo y las ovejas. Cualquier propuesta en la que coincida el 100% de la población no puede ser beneficiosa para el proletariado, ya que en ese 100% podemos encontrar a patronos terroristas, a grandes fortunas parásitas, a liberados que viven de calentar el asiento, a banqueros criminales, a militares, a policías, a políticos profesionales, etc. El discurso ciudadanista que nos ha invadido desde hace unos años insiste en que tenemos que remar en una sola dirección y que la democracia consiste en oír todas las voces. Falso. Existe una cosa que nuestros abuelos conocían perfectamente, que se llama lucha de clases. Los trabajadores estamos rodeados de enemigos por todas partes, a los cuales no sólo no hay que escuchar sino que hay que excluir de cualquier asamblea, puesto que sus intereses son exactamente opuestos a los nuestros. El victimismo de la izquierda es bochornoso, así como su intento de conciliar al pueblo con una serie de parásitos que en cualquier mundo coherente serían ajusticiados por masas enfurecidas.

En tercer y último lugar, en este consenso de mínimos radicales no figuran puntos que considero tan elementales como la anulación de la reforma de pensiones, la anulación de la reforma laboral, el fin de los paraísos fiscales, la abolición de la monarquía... por no hablar de otros no exactamente relacionados con el movimiento pero también fundamentales, como la abolición de la tauromaquia o el desmantelamiento de las centrales nucleares. ¿Pueden existir puntos más básicos que estos? ¿Pueden existir reclamaciones de justicia más elementales? Si no hablamos de esto, ¿de qué estamos hablando? ¿Y por qué si el manifiesto del 15-M (lo que originó todo esto) hacía propuestas infinitamente más combativas (en comparación), el consenso son estos tres puntos? ¿Qué está pasando?

Una vez más, la izquierda llorica y victimista gana. "Revolución", leo en una gran pancarta sobre la asamblea. Dejadme que llore yo también, pues.